Nació en un atardecer otoñal del año de la serpiente, cinco minutos antes que su hermana. Cuenta la leyenda que sus rostros aparecieron en la portada del periódico local... esas fueron sus únicas 24 horas de fama.
Vivió en Viña, Santiago, Quillota, La Cruz y La Calera. Asistió a un colegio particular, corrió por el campo, jugó con sus hermanas y se emborrachó por primera vez (vómito incluído) a los catorce años con vodka naranja.
A los dieciséis años atravesó de un extremo a otro la Plaza de Quillota. Cuando terminó su recorrido había dejado de creer en Dios y en el Capitán General. Para marcar esta etapa comenzó a vestir de riguroso y aplicado negro.
A los veinte años fue forzada a salir del bestial clóset y comenzó a recuperar el tiempo perdido, siendo el don de la palabra su más fiel y exitoso aliado.
Actualmente se reparte entre Santiago, Concón y Quillota. No tiene posesiones pues -como bien decía La Blusera- "quien recorre los caminos necesita andar ligero".
Marcela