Por no nacer el 11 de septiembre, corrí al primer hueco lumínico de la vagina de mi madre.
Tan rápido salí que aún extraño la despedida.
Nunca fue lo mío correr, sin embargo, a los cuatro años corría de mano de mi madre, para sobrevivir al brutal zorrillo de mi ciudad.
A los 15 años corría para escapar de mi mamá, para esconderme en el hedor más romántico de la esquina Catedral.
A los 19 corrí lo más lejos de la universidad y hacer de la calle mi escuela.
A los 21 corrí, más bien, escapé de casa de mi madre para vivir en la tranquilidad de mis 3 x4 m2
Hoy, ya no corro el doctor me ha dicho que tengo una lesión irreparable en mi tobillo de tanto escapar...


Caro